José Narro Céspedes
México se encuentra ante la encrucijada
histórica que propició el fracaso de los 11 años de los gobiernos
federales del PAN, y es que es un hecho que Vicente Fox y posteriormente
Felipe Calderón superaron, en muy poco tiempo, los peores gobiernos del
PRI. En especial, los gobiernos panistas ponen en la mesa la necesidad
que tiene México de replantear el modelo económico, social y político
del país.
Es decir, estamos ante la oportunidad de
transformar al país dando un cambio de timón hacia la izquierda, hacia
la construcción de un México donde las prioridades no sean las
necesidades de los grandes capitales especulativos y los intereses de 30
familias mexicanas, sino el bienestar del pueblo mexicano.
Esta afirmación vuelve a ser pertinente
después de que en Brasil un gobierno de izquierda realiza una lucha
efectiva contra la miseria, mientras que México se sume en la pobreza
extrema. Una izquierda moderna deberá propiciar las condiciones para que
la iniciativa privada crezca, teniendo como base el fortalecimiento del
mercado interno a partir del crecimiento del poder adquisitivo del
grueso de la población mexicana.
Así, en México se debe convertir en
prioridad el sacar de la pobreza a millones de mexicanos sumidos en la
miseria, los cuales, con las condiciones adecuadas, serán quienes
dinamicen los mercados internos con el consumo.
Si en los inicios de su campaña Luiz
Inácio Lula da Silva fue visto con desconfianza por su origen sindical y
el rótulo de populista, se convirtió en una especie de celebridad por
su sentido del equilibrio y su papel conciliador con los inversionistas.
Actualmente 13 millones de familias
brasileñas que viven en la pobreza o la extrema pobreza reciben ayuda
estatal, en un plan de asistencia que apuntaló a la izquierda al frente
del país más extenso de Sudamérica y uno de los más exitosos en la lucha
contra la miseria, según diversos estudios. Vicente Fox asumió la
Presidencia de México en 2000, mientras que Lula da Silva lo hizo en
Brasil en 2003.
Brasil, con 190 millones de habitantes,
asegura haber sacado de la pobreza a más de 30 millones durante los ocho
años de gobierno de Lula. Sólo entre 2003 y 2008, la extrema pobreza se
redujo de 12 a 4.8 por ciento. El país logró en cinco años lo que la
ONU, en sus Metas del Milenio, fijó para 25.
Al mismo tiempo en México, de acuerdo
con el más reciente estudio del Consejo Nacional de Evaluación de la
Política de Desarrollo Social (Coneval), el número de personas en
situación de pobreza subió de 48.8 a 52 millones entre 2008 y 2010, lo
que significa que 46.2 por ciento de la población se encuentra en esa
situación, contra 44.5 por ciento de 2008.
Por su parte, la pobreza extrema, la que
tiene tres o más carencias sociales, pasó de 10.6 a 10.4 por ciento de
la población total, con lo que se mantiene en el nivel de 11.7 millones
de personas; mientras que el número de personas vulnerables por ingreso
pasó de 4.9 millones en 2008 a 6.5 millones en 2010. Destacó que 28
millones de personas carecen de acceso a alimentación, lo que representa
un aumento de 4.2 millones en dicho periodo.
Brasil diversificó sus exportaciones, en
particular con Asia; reguló mediante impuestos el flujo de capital
externo y fortaleció su mercado interno. Sus resultados económicos
contrastan mucho con los de México, cuya industria exportadora fue
gravemente golpeada. Existe la percepción de que el país carioca avanza
mejor y más rápido, en tanto que la industria mexicana sigue atorada en
la indefinición.
Brasil es uno de los miembros del grupo
BRIC (Brasil, Rusia, India y China), en el que México nunca fue
incluido. Alguna vez se explicó que ya iba delante de ellos en materia
económica y que, en su lugar, debía unirse a la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En lugar de eso, ahora
deberá esperar hasta mostrar una mayor madurez.
Brasil es autosuficiente en petróleo y
el mayor productor mundial de etanol, con 17 mil millones de litros y la
posibilidad de crecer 30 por ciento en los siguientes 15 años. En 2007
se descubrieron yacimientos en la costa atlántica que garantizan la
producción petrolera durante una década más. Petrobras, la empresa
petrolera estatal, figura entre las más grandes y capitalizadas del
mundo, y es un ejemplo de integración con la inversión privada y el
desarrollo tecnológico.
El país carioca no sólo tiene una
fábrica de aviones de alta tecnología –Embraer–, sino que le arrebató a
su vecina Argentina el liderazgo en varias industrias, entre ellas la
automotriz. El boom económico e industrial de Brasil es sostenido por
una plataforma financiera que incluye los cinco bancos más grandes de
América Latina: Itaú, Do Brasil, Bradesco, Santander y Caixa Económica
Federal.
No es casualidad que las tres
principales calificadoras –Standard & Poors, Moody’s y Fitch
Ratings– hayan dado el grado de inversión a la deuda pública brasileña, y
que el gobierno de Lula invirtiera 10 mmdd en el Fondo Monetario
Internacional (FMI).
La solución de las crisis económicas,
sociales, de seguridad y políticas por las que atraviesa nuestro país
necesariamente tienen que buscarse en un cambio de modelo, toda vez que
la derecha y su neoliberalismo demostraron un aplastante fracaso. Es
necesario que la gente sea la prioridad nacional, es vital que el
bienestar de la gente sea hacia donde este país avance. ■
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