José Narro Céspedes
Para algunos de nosotros es difícil
imaginar a quien busque la justicia sin que se sienta de izquierda. Es
cierto que no hay una definición universalmente aceptada de izquierda
–ni de derecha–, pero en la práctica se le puede identificar sin gran
dificultad. Desde la Revolución francesa la izquierda ha sido
considerada la posición política de quienes propician un cambio con el
objetivo de conseguir justicia social y democracia.
Hoy la izquierda mundial trabaja por
construir el fortalecimiento de la identidad de los ciudadanos del mundo
que luchan contra la globalización excluyente y que están a favor del
imperio pleno de los derechos humanos para que se implanten en el
planeta democracias que reconozcan y respeten las diferencias y repartan
equitativamente los frutos del trabajo y el desarrollo.
Para la izquierda, es vital que la
colectividad garantice el bienestar de los individuos por su sola
condición de seres humanos. El objetivo de la izquierda es, entonces,
establecer garantías sociales, jurídicas e institucionales para que
todos gocen del bienestar material. Por esta razón apunta a combatir,
como problema central, la desigualdad entre las personas. Al respecto,
la izquierda desde sus inicios ha sido muy clara: la fuente principal de
desigualdad es la dispar distribución de recursos económicos.
México se ha convertido en un país
productor de pobres, pues el número de personas en situación de pobreza
en México subió de 48.8 a 52 millones entre 2008 y 2010, lo que
significa que 46.2 por ciento de la población se encuentra en esa
situación, contra 44.5 por ciento de 2008.
De esta forma, la lucha de la izquierda
mexicana se convierte en un asunto vital. Es trascendental el cambio de
modelo económico que haga de este país un lugar más justo para la
mayoría de los mexicanos, pero la búsqueda del cambio se tendrá que
hacer desde la lucha democrática, pues hemos hecho la apuesta por
encontrar las formas de cambiar el país en la paz.
Por ello hoy buscamos construir un nuevo
país, desde las banderas que enarbola el Partido de la Revolución
Democrática (PRD). En 1989 el PRD fue fundado después del fraude
electoral de 1988 que llevó a la Presidencia a Carlos Salinas de
Gortari. En la actividad postelectoral se decidió la formación de un
nuevo partido: el Partido de la Revolución Democrática, que nació como
una coalición de diversos partidos políticos y organizaciones de
izquierda, del cual soy fundador.
Se llamó a un Congreso constituyente, al
cual acudí como congresista por Zacatecas (e incluso tuve más votos
para asistir que Amalia García y Raymundo Cárdenas, connotados miembros
del Partido Comunista). Al no conseguirse la inscripción, se tomó el
registro del Partido Mexicano Socialista (PMS), presidido entonces por
Gilberto Rincón Gallardo.
Así, los orígenes institucionales son el
PMS, el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), el Partido
Socialista Unificado de México (PSUM), Partido Popular Revolucionario
(PPR), el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), Unión de la
Izquierda Comunista (UIC); más adelante se unen a la fusión una parte de
la militancia del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), así
como la llamada “familia revolucionaria” representada por la izquierda
dentro del PRI y organizaciones civiles que se opusieron al partido
gobernante y pugnaron por elecciones democráticas.
En esa conjunción de fuerzas quedamos
relegados miembros de la lucha social que no encontramos
representatividad en el nuevo orden perredista, así buscamos otro camino
y la fundación del Partido del Trabajo fue la opción. Pero con los años
nos encontramos ante la disyuntiva de que participamos en la lucha
social y política para cambiar el mundo, por lo que no continuamos en un
proyecto que cada elección lucha por su registro y quedará siempre
lejos de poder construir herramientas para cambiar a México y decidimos
regresar al partido que ayudamos a fundar.
El PRD, como la fuerza más grande de la
izquierda nacional, se convirtió en la opción para incorporarnos, pues
el partido ha asumido que las fuerzas de izquierda sólo pueden acceder
al poder político en la unidad. Así, el partido del Sol Azteca se asume
como un partido plural, dialéctico, capaz de asumir democráticamente sus
contradicciones, lo que lo convierte en incluyente por definición.
De esta forma el PRD es capaz de unirse a
las fuerzas democráticas y de izquierda similares para fortalecer la
lucha por la justicia en México. La gente de izquierda somos luchadores
sociales que van más allá de las burocracias partidarias, pues buscamos
el sagrado valor de la justicia y la libertad. ■
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