INTERVENCIÓN DEL COMPAÑERO EMBAJADOR DE CUBA EN MÉXICO,
MANUEL AGUILERA DE LA PAZ, EN EL ACTO DE CELEBRACIÓN DEL CUMPLEAÑOS 86 DEL
COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ
Querido Don Pablo:
Queridas amigas y amigos:
Ha sido un privilegio escuchar las hermosas y siempre sabias
palabras pronunciadas por Don Pablo González Casanova, que sé reflejan el
sentir y el pensamiento de muchos mexicanos y le agradezco sinceramente a
nombre propio, de mis compañeros y de mi pueblo. Igualmente agradezco las
palabras de Vivian López, Presidenta de la Asociación de Cubanos Residentes en
México “José Martí”, que expresan los sentimientos de la mayoría de nuestros
compatriotas radicados aquí.
Pienso que para los cubanos, que constituimos una nación
pequeña por su dimensión territorial, demográfica y económica, ha sido un
enorme privilegio histórico contar con hombres de la talla universal de José
Martí y Fidel Castro, cuyo pensamiento y acción trascienden el tiempo y las
fronteras.
Fidel siempre se consideró a sí mismo un discípulo de Martí;
pero a mi juicio tiene el doble mérito de ser uno de los mejores y de haber
llevado a la práctica las ideas de nuestro Héroe Nacional, quien dejó su obra
inconclusa cuando cayó combatiendo por la libertad de la Patria a la edad de 42
años. Fidel arriesgó su vida muchas veces en los combates del Moncada y la
Sierra Maestra y luego la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos
trató de asesinarlo más de 600 veces, pero tuvo más suerte. Hace 6 años una
grave enfermedad estuvo a punto de poner fin a su fructífera vida; pero logró
reponerse con la voluntad de hierro que lo caracteriza y la ayuda de los médicos
que la Revolución formó.
Quisiera destacar algunas cualidades de Fidel que emanan de
sus profundas convicciones martianas y aclaro que el orden no tiene nada que
ver con su importancia.
Primero, su concepto de la unidad como condición básica para
el triunfo, la defensa y la sobrevivencia de una revolución y su habilidad casi
mítica para crear y cimentar la unidad, sobre la base de su también
extraordinaria capacidad de persuadir y convencer, que es la segunda cualidad
que quiero mencionar.
La Revolución Cubana logró sobrevivir y se ha mantenido
victoriosa porque supo construir y defender la unidad y Fidel nos enseñó que
solo podrá permanecer y salvarse en el futuro si preserva la unidad entre los
revolucionarios, entre el pueblo y sus dirigentes, entendida no como la
imposición de un pensamiento único, como gustan decir los detractores de la
Revolución y de Fidel, sino como la identificación consciente de la mayoría del
pueblo con las ideas y principios fundamentales que definen nuestro proyecto de
nación.
Tercera, su concepto de la ética y la verdad como columna
vertebral de su conducta, sin ninguna excepción ni concesión. Gilberto López y
Rivas dijo una vez que Fidel y la Revolución Cubana habían convertido la ética
en razón de Estado. Con la práctica de Fidel y la concepción de la ética como
componente esencial de la actuación política y revolucionaria, no se asume la
idea de que el fin justifica los medios. Para Fidel, no se puede lograr el
objetivo o la victoria a cualquier precio. Es por eso que en Cuba nunca se ha
torturado a un prisionero ni se ha asesinado a un enemigo.
Y por esa misma razón, Fidel jamás ha dicho una mentira,
aplicando siempre a rajatabla, igualmente sin una sola excepción ni concesión,
la máxima martiana de que “la verdad es nuestro escudo” y también nuestra
principal arma, junto a la justeza de nuestras ideas.
En cuarto lugar, la fidelidad a los principios y la
coherencia de su pensamiento y conducta, hasta las últimas consecuencias.
En quinto lugar, su profunda convicción de que la derrota no
existe, basada en el principio martiano de que “una idea justa desde el fondo
de una cueva puede más que un ejército”, y su asombrosa capacidad de convertir
los reveses en victorias. Ejemplos de ello sobran, en el terreno militar y también
en el terreno político, pero quizás el más anecdótico y paradigmático es el del
encuentro de Raúl y un reducido grupo de otros expedicionarios del Granma con
Fidel en la Sierra Maestra, después de haber sido diezmados y dispersados por
el ejército de Batista al desembarcar en las costas cubanas.
En la noche del 18
de diciembre de 1956 se abrazaron los hermanos. Eran solo 8 hombres.
"¿Cuántos fusiles traes?", pregunta Fidel. "Cinco",
responde Raúl. "¡Y dos que tengo yo son siete! ¡Ahora sí ganamos la guerra!",
exclamó Fidel. Así ha sido siempre en todas las batallas políticas y militares
que ha librado a lo largo de su vida.
En sexto lugar, el internacionalismo de Fidel, que también
nos inculcó a los cubanos. No solo brindamos ayuda militar desinteresada a los
movimientos de liberación nacional en África y otros continentes, sino sobre
todo, una generosa y amplia colaboración a muchas naciones del llamado Tercer
Mundo en materia de salud y educación fundamentalmente, sin pedir nunca nada a
cambio. Hoy Cuba tiene más médicos en otros países que la Organización Mundial
de la Salud, hay más médicos cubanos en Haití que de cualquier otra nación y
hay más jóvenes extranjeros estudiando gratuitamente medicina en Cuba que en
cualquier otro país, por solo citar algunos ejemplos actuales.
Recuerdo una consigna popular nacida al calor de los
primeros enfrentamientos con el imperio: “Fidel, Fidel, qué tiene Fidel que los
americanos no pueden con él”. Y esa es otra extraordinaria cualidad de Fidel,
que también heredó de Martí: su profundo antimperialismo, expresado en sus
ideas y en su práctica revolucionaria. Fidel ha sido el único líder
revolucionario, el único estadista en la historia que ha enfrentado
victoriosamente, a lo largo de más de medio siglo, al imperio estadounidense en
todos los terrenos: ideológico, político, militar, económico y mediático, sin
hacer una sola concesión de principios, sin doblegarse jamás, sin ceder “ni
tantito así” como decía el Ché y sin el más mínimo odio hacia el pueblo norteamericano,
al que no confundimos con la oligarquía dominante en ese país.
Y ha librado esa colosal batalla por el futuro de la
humanidad, porque tiene la más profunda convicción de que ese imperio es la
cabeza de un sistema injusto, cruel, egoísta, inhumano, causante de guerras,
explotación, desigualdad, miseria y sufrimientos a la mayor parte de la
humanidad, que amenaza la existencia del planeta porque destruye el medio
ambiente y mantiene latente el peligro de una guerra nuclear.
¡Cuánta inteligencia, sabiduría, habilidad, firmeza, valor y
capacidad de liderazgo se requieren para lograr esa hazaña y también para
conducir a un pueblo entero en la no menos gloriosa y difícil batalla por
construir un nuevo tipo de sociedad, en la que por primera vez en nuestra
historia los cubanos somos verdaderamente libres y dignos y nos convertimos en
una de las naciones más avanzadas del mundo en justicia social, educación,
salud, cultura y deporte, resistiendo los embates del poderoso imperio y
pagando un altísimo precio, en vidas humanas, sacrificios y penurias económicas
a causa del terrorismo de estado, el criminal bloqueo y la guerra mediática,
que no han cesado durante más de cinco décadas de Revolución!
Como dije al principio, tendría muchas cosas más que decir
de Fidel, de las cualidades que lo caracterizan como la modestia, sencillez,
sensibilidad y caballerosidad, sus dotes de orador y su vasta cultura, su
insaciable sed de leer y aprender de todo y su permanente contacto con el
pueblo, entre otras.
Pero prefiero leer un pequeño fragmento de lo que escribió
sobre él su gran amigo Gabriel García Márquez, con la belleza y la profundidad
del lenguaje de este genial escritor, y cito:
“Cuando habla con la gente de la calle, la conversación
recobra la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. Lo llaman:
Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le
reclaman, con un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a
borbotones. Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el
resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo
conocer: un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una
educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e
incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal”. Fin de la cita.
Y estando aquí, me complace mencionar también otra
característica de Fidel: su gran amor y admiración hacia México y los mexicanos.
Desde niño, como todos los cubanos, aprendió a querer y admirar a México, a su
pueblo, su historia y su cultura. La historia de lucha de los mexicanos y
especialmente la Revolución de 1910, influyeron mucho en su formación política.
Supo que esta tierra generosa siempre acogió y apoyó a los patriotas cubanos
que lucharon por la libertad de nuestra Patria, como José María Heredia, Martí
y Julio Antonio Mella, entre otros. Por eso decidió venir aquí cuando fue
obligado a salir de Cuba por la tiranía de Batista y tal como esperaba, recibió
el apoyo de muchos mexicanos en los preparativos de la expedición del Granma.
Gran admirador del General Lázaro Cárdenas, recibió ayuda y solidaridad de este
durante su estancia en México y después del triunfo de la Revolución cubana, en
momentos difíciles, como cuando se produjo la agresión militar de Estados
Unidos por Playa Girón en abril de 1961.
En esa misma década, cuando Estados Unidos pretendió aislar
y castigar a Cuba forzando a casi todos los gobiernos de la región a romper
relaciones con nuestro país, México fue la única nación latinoamericana que
mantuvo sus vínculos con Cuba. Eso Fidel y todos los cubanos lo llevamos
grabado para siempre en el corazón y la memoria. Durante décadas, México y Cuba
mantuvieron relaciones basadas en el respeto mutuo, la no injerencia en los
asuntos internos y la cooperación mutuamente beneficiosa, a pesar de las
presiones del imperio, con escasas y efímeras excepciones.
Por eso, además de
querer entrañablemente al pueblo hermano de México, Fidel ha sido siempre
especialmente respetuoso hacia sus gobiernos, instituciones y procesos internos
y nos enseñó que siendo México un gran país vecino que constituye prácticamente
la frontera de América Latina con el imperio revuelto y brutal que nos
desprecia, era estratégico para la supervivencia de la Revolución cubana
mantener esas relaciones, siempre sobre la base de los principios del derecho
internacional antes mencionados, porque lo contrario solo conviene al imperio y
a los enemigos de nuestros pueblos.
Coincidentemente, hoy también cumpleaños, 56, René González
Sehwerert, uno de los Cinco Héroes cubanos injustamente prisioneros del imperio
por combatir el terrorismo contra su Patria. René ya cumplió hasta el último
minuto de su sentencia en la cárcel, pero sigue injustamente retenido en
Estados Unidos, sometido a lo que llaman “libertad supervisada” y recientemente
la fiscalía de ese país rechazó su solicitud de regresar a Cuba. Los otros
cuatro: Gerardo, Ramón, Antonio y Fernando, cumplirán 14 años encarcelados el
próximo 12 de septiembre.
Estos hombres, nacidos poco antes o poco después del triunfo
de la Revolución, son un ejemplo de la nueva generación de cubanos formada bajo
el liderazgo de Fidel, identificada y comprometida con las ideas y los
principios que él ha promovido y defendido durante toda su vida.
Ellos, como muchos otros cubanos, son la prueba fehaciente
de que Fidel, como Martí, vivirá siempre en el corazón y la mente de nuestro
pueblo y de que la continuidad de la Revolución está asegurada, preservando sus
grandes conquistas, perfeccionando y cambiando todo lo que haya que cambiar sin
renunciar jamás a los principios, como él nos enseñó.
¡Qué viva eternamente Fidel!
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