José Narro Céspedes
Hoy el asunto de la defensa de los alimentos tradicionales y
de los productores es vital para poder hablar de la construcción de un México
justo, independiente y con un proceso de crecimiento real.
Así, es pertinente externar la preocupación que se vive ante
la dependencia de México por la importación de los alimentos que consume,
convirtiendo en política pública la renuncia a la producción de alimentos para
favorecer a los grandes comercializadores internacionales y nacionales.
Bajo esta lógica el campo mexicano, cada vez más
empobrecido, se encuentra en una seria desventaja que le obliga a insertarse en
la cadena productiva de comida bajo las condiciones de los grandes
acaparadores.
Caso emblemático es el frijol, el cual es uno de los alimentos más antiguos que el hombre
conoce y ha formado parte importante de la dieta humana desde hace miles de
años.
Se encuentran entre las primeras plantas alimenticias domesticadas y
luego cultivadas. Los frijoles comunes empezaron a cultivarse hace
aproximadamente 7000 años A.C. en el sur de México y Guatemala.
Este año, los productores de la leguminosa enfrentan, como
ha sido a través de los últimos años, el
grave problema de los precios del frijol, pues este podría caer hasta 8 pesos
por kilogramo en su variedad negra, mientras hace un mes estaba en 22 pesos y
en el mercado no baja de 30.
Habrá que tomar en cuenta que el costo de producción por
kilo es de 12 ó 13 pesos y que con una utilidad de 16%, el productor debería
vender el frijol a 15 pesos por kilo.
Por esto es fácil afirmar que un precio de 8 pesos es parte
de un mecanismo de pauperización del campo mexicano, donde los grandes
comercializadores son los beneficiados.
El precio de atraco para los productores se da con la
complacencia del gobierno federal y de los gobiernos estatales.
El argumento de la Secretaría de la Reforma Agraria para el
establecimiento del bajo precio del frijol fue que se tendrían precios altos
ante la caída de reservas internacionales de los granos y la caída en la
producción en EU ante la sequía.
En este sentido la Secretaría de Agricultura calculó una
producción (que sabían que no se iba a dar) de 800 mil toneladas.
La producción real es de 550 ó 600 mil toneladas, de las
cuales, 50 mil toneladas se utilizan para el autoconsumo, por lo que sólo entre
500 ó 550 mil toneladas se van a sacar para el mercado.
De la misma manera, el Gobierno Federal ha dejado de apoyar
la construcción de un precio justo para los productores de frijol a través del
Programa de Apoyos a la Comercialización a pesar de que en la Cámara de
Diputados se etiquetaron 8 mil 500 millones del Programa Precio Objetivo.
En el mismo sentido se puede hablar de los 200 millones de
pesos para el Programa del Valor Agregado para el Frijol, que busca impulsar la
industrialización de la leguminosa y darles a los productores condiciones para
competir en el mercado.
Hasta la fecha no se ha utilizado un solo peso.
Al mismo tiempo, los gobiernos de los estados no pasan de
medidas declarativas
El proceso contra los productores se fortalece con el apoyo
del Gobierno, pues apoyó a los grandes especuladores al liberarles cerca 800
millones de pesos en líneas de crédito, mientras que a las organizaciones no se
les liberan créditos para el acopio.
Aunado a esto, la Secretaría de Economía autorizó hace 15
días la importación de 160 mil toneladas de EU.
Habrá que tomar en cuenta que el 70% del frijol consumido en
México es importado, mientras que el 30% es producción nacional (de la cual
compañías como La costeña, Verde Valle, Covadonga, junto con los coyotes
locales y nacionales controlan un importante volumen).
Actualmente el problema se cruza con publicidad y
distribución excesiva de los productos chatarra y el desplazamiento de los productos tradicionales. Es curioso
como, incluso en las tiendas Liconsa de las comunidades más pequeñas, nunca
faltan las sopas instantáneas de harinas artificiales, pan y pasteles bimbo,
coca-cola y cerveza.
La dieta de los mexicanos se ha ido modificando para
acoplarse a productos y presentaciones internacionalmente aceptadas, incluso
los alimentos tradicionales han sido calificados peyorativamente, provocando
que el consumo de frijol por mexicano ha bajado a 7 kilos al año.
Compromisos ha omitido sus compromisos para promover el
consumo y la industrialización del frijol, toda vez que las familias mexicanas tienen
cada vez menos tiempo para dedicarle a la cocina, por lo que se requiere que el
producto se presente industrializados y a un precio accesible.
Podemos afirmar que si no se toman medidas en muy poco
tiempo México, con sus 60 millones de pobres tendrá serios problemas de
alimentación.
Tememos que convertir a la alimentación en un asunto de
seguridad nacional, con lo que el fortalecimiento a los productores del campo y
la detención a la política de empobrecimiento se tendrían que convertir en
estrategia toral para el crecimiento de México.
Depender de la importación de alimentos nos debilita como
nación y es necesario la independencia alimentaria sea parte de la agenda
nacional, para desde ahí, impulsar y
fortalecer la búsqueda de un país más justo para todos.
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